viernes, 22 de mayo de 2009

Comfort Women

Comfort Women’ was the term used to disguise the use of women as sex slaves to the Japanese military during the Pacific (Second World) War. It happened throughout the South Pacific region that Japan controlled, including Korea. Some of the Korean women have been particularly courageous and outspoken about what happened to them and have formed a group fighting for recognition of the crimes committed against them and for compensation from the Japanese government. In other countries there has not been this level of openness and organisation. It was for this reason that I chose to work in South Korea as I would be able to meet, photograph and talk to some of these women as they had already stepped forward to testify in court.
What a sacrifice that is: to stand up in public, as an old woman, having kept the traumas of your past hidden until this time and tell how, for years, you had been systematically raped and abused by the troops of an invading army. Yet it is a tribute to the support they have had in the new South Korea that they are now generally considered with great respect and sympathy.
We will never know how many ‘Comfort Women’ there were as most are now dead, and only a few of those remaining have been able to face publicly acknowledging what happened to them over 50 years ago. These women are some of the oldest surviving slaves.

Jang Jum Dol was 14 and on the way to do laundry when she was taken by a Japanese man and told she was going to a factory to make money, but she was tied up in a house with an 11 year old girl and then taken with some other girls to Manchuria. She tried to escape and was captured and beaten and kept as at a sex station with a wire fence around it. She had three children there and two of them died, the surviving girl had a weak heart. She had to continue as a sex slave. When she came back to Korea with her daughter after the war she was so poor she had to sleep in the streets.

Chris Steele-Perkins,"Comfort Women"; Magnum Photos, 2009.

lunes, 18 de mayo de 2009

Todos contra Fidel

Para quienes todavía no ven a Gael y al gober echando el dancin' (antes de que se les ocurra algo efectivo pa quitarlo)...

sábado, 7 de marzo de 2009

Cafe Cafe



Buscando música que me ayude con mis clases de francés me encontré este excelente video. Much@s se sentirán identificados

sábado, 14 de febrero de 2009

Problema amoroso complicadísimo no. 1

Estaba en mis dulces 16 cuando lo conocí. En el bosque de Chapultepec, a un lado del Panteón de Dolores y entre caballos, nos hicimos amigos. Él me daba consejos para lidiar con mi alazán, un completo horate que se desbocaba frente a cualquier obstáculo, aventando la cabeza violentemente de un lado a otro; yo le contaba sobre mi aversión a las matemáticas, mis primeros gallos y algunas tragedias amorosas. Nunca fuimos más allá del hípico, era una amistad acotada al mundo equino y, pensaba, que terminaría cuando alguno de los dos dejara de montar. Yo fui la primera. Llegó el día en que hubo que elegir entre una licenciatura o mi caballo; tuve poca participación en la decisión final. En el segundo semestre de la carrera, regalaron al animal y lo mandaron a un rancho perdido en el Estado de México, dicen que por Satélite. De ninguno de los dos volví a saber hasta varios años después. Uno, me contó un caballerango, retozaba alegre entre pastizales, el otro, se había ido de México a seguir montando. Yo me alejé de los caballos definitivamente.
Mi amigo regresó de su viaje y se abocó al estudio. Entró a la maestría, después al doctorado, en la misma universidad en donde yo, harta, terminaba mis últimas materias. Nos cruzábamos de tanto en tanto en los pasillos, desorientados por la falta de árboles y animales, y siempre intercambiábamos números; nunca nos llamábamos. Un día, extraño, le pedí un favor. Como pago, lo invité al cine. Los confines viejos y nuevos, se esfumaron: después de todo, sí podíamos vernos, incluso en mejores términos que antes. Tomándonos de la cintura de tanto en tanto, roces desentendidos aquí y allá, y riendo exageradamente por nuestra gracia natural, empezaba a convencerme de que era una gran seductora a pesar de mis fracasos recientes. Dos meses antes había estado saliendo con dos sujetos: uno, me dejó por un hombre, al otro, lo conocí en un velorio, nuestro encuentro más "light". Mi mala racha, era claro, llegaba a su fin.
Decidimos tomar un café antes de mi clase. No escatimó piropos, por ahí soltó una insinuación que me chiveó, y me dijo que tenía novia. Cansada como estoy, no me afligió, tampoco cuando ofreció presentarme a una amiga suya, guapísima al parecer. Me reí y acordamos comer la siguiente semana. Nos veríamos en su casa, prepararía un sushi y, apesar de mis explicaciones, insistió en invitar a la amiga. Debo decir que estoy orgullosa de mi capacidad de adaptación, media hora después había logrado desprenderne de cualquier expectativa, sin frustración ni dramatismo, asumí que a lo sumo tendría la atención de otra mujer.
Llegó el día, entre semana y muchos pendientes. Improvisé un postre con unos panes y helado de vainilla. ¿Iría la amiga en verdad? Empezaba a cuestionarme. ¿Estaría dispuesta a...? De cualquier forma, andaba a las carreras, no había mucho tiempo para comer, menos para dudas de identidad. Encontré el edificio sin problema, metí el coche a pesar del enojo del portero y de sus insistentes preguntas. Al final, bastó con decirle que no tardaría: "Pásele, es en el tercer piso", respondió cordial. Panes y helado en mano, timbré en el 302. Se movió la manija y se abrió poco a poco la puerta, mientras aparecía al otro lado mi amigo, en truza. Me reí, esta vez nerviosa. Por suerte, mi capacidad de adaptación entró al quite de nuevo y seguí como si nada. Con todo, era difícil conversar, mi mirada bajaba una y otra vez hasta que opté por comer papitas compulsivamente. Me dió el tour, muy necesario, de las tres habitaciones del departamento. Una mesa junto a la puerta, el comedor. Dos metros más atrás, un sofá naranja, junto al muro de espejos, hacía de sala. Este cuarto, el estudio: un escritorio, libros de economía y caballos, unos discos de salsa. El siguiente cuarto, "mi cama, sólo la tendí porque venías". Un edredón con la estampa de un tigre siberiano descansaba sobre el colchón; otra risa nerviosa que intenté disimular con sarcasmo. Aún había que preparar la comida, pasamos a la cocina.
El arroz no se enfriaba. Debíamos esperar pero me negué, tenía poco tiempo. Generoso, me pidió que eligiera los ingredientes, tarea fácil: sólo quedaba pepino y mango, se había comido los camarones antes de que yo llegara. Insistió en que esperáramos mientras me servía un tequila. Yo tomé un cuchillo y empecé a cortar el pepino. Lo sentí detrás mío, predecible, directo al cuello y los hombros. Seguí en lo mío, intentando involucrarlo con algunas consultas, ¿así está bien o más grueso? Arrimón. ¿Cómo corto el mango? Miré por la ventana. ¿Vives junto a un estacionamiento de tractores? Explicó que eran "atractores". Me sentí en una película porno: cero trama, frases memorables. De pronto estábamos contra la pared, y nos ví en el espejo de la sala, gran escena. Volvimos al sushi, haríamos un solo rollo que compartiríamos, sería más rápido. Lo comimos en el sillón naranja, herencia del abuelo, desde donde yo no podía dejar de mirarnos a través del espejo. Él empezó a hacer movimientos un tanto gimnásticos, subía y bajaba las piernas de los cojines, no sabía cómo acercarse. Yo seguí comiendo y viéndome masticar. Finalmente se abalanzó, otra gran escena y más frases de antología. Me sentí un poco sexy. Corté. Era tarde, debía irme. Vi cómo nos levantamos y recogimos todo.
Al bajar las escaleras sentí curiosidad, acaso decepción, y le pregunté por qué no había ido su amiga. No recuerdo su respuesta, solamente que intentó bromear y me tomó por la cintura. Fingí que me dió risa. Estábamos al borde de un escalón, nos besamos a la luz de la tarde que se filtraba por la reja, mientras el portero nos miraba desde abajo. Me subí al coche. Antes de arrancar, lo saludé rápido por el retrovisor, apenas tendría tiempo de llegar a la siguiente función. Actores de la Theater an der Ruhr habían colaborado en la puesta en escena de Las Troyanas, "fabulosa" en palabras de muchos, y acababa de reiniciar la temporada en el Bosque de Chapultepec, no podía faltar.

martes, 3 de febrero de 2009

miércoles, 28 de enero de 2009

Porque sólo pasa en México

Aún recuerdo aquellas ferias donde todos los niños estaban aferrados a ganar un pollito de color, pese a que es una crueldad . . es una práctica cotidiana de las ferias de pueblo. ¿qué no?
Recuerdan los cidis? . . . yo nop!


Mmm qué tal los letreros que ofrecen la pintada de casa a domicilio? Creo que sería bueno apuntar el número por si un día se ofrece, no? jaja


Y por último y por si andas de antojo . . . .


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jueves, 22 de enero de 2009

Mujeres y Obama

"From the first moment a woman dared to speak that hope -- dared to believe that the American Dream was meant for her too -- ordinary women have taken on extraordinary odds to give their daughters the chance for something else; for a life more equal, more free, and filled with more opportunity than they ever had. In so many ways we have succeeded, but in so many areas we have much work left to do."
-- Barack Obama, Speech in Washington, DC
November 10, 2005
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